Del ‘pequeño Nicolás’ al pezón que chupó Fernando Esteso
23/10/2014 2 comentarios
En estos días ha saltado a los medios de todo el país la historia del ‘pequeño Nicolás’. Un chaval de tan solo 20 años que, al más puro estilo ‘Forrest Gump‘, se dedicó los últimos años a codearse con las más altas esferas de la sociedad económica y social de España. Se hacía pasar por alto cargo del gobierno, sobrino o ahijado de personajes influyentes, dirigente del PP, de la Oficina Económica de La Moncloa, de la Vicepresidencia del Gobierno, de gabinetes de varios ministerios, de la Policía, la Guardia Civil, agente del CNI…
Con todos ellos se fotografiaba, acumulando un importante álbum fotográfico que usaba en reuniones con empresarios, en actos políticos, para convencerlos de lo importante que era y lograr sus objetivos. Todo un personaje.
Esto no tendría mayor importancia, más allá de los delitos de estafa, falsedad y usurpación de identidad, que presuntamente cometió, si no fuera por que ha puesto en evidencia muchas cosas.
Sociedad superficial
¿En qué sociedad vivimos que a un tipo, con sólo mostrar fotografías en las que aparece con personajes influyentes se le abren todas las puertas sin más?
¿Qué tipo de sociedad admite como válido aparentar poder por el hecho de compartir retrato con personajes de alta sociedad y viajar en coches de alta gama y llevar guardaespaldas?
¿Es que a nadie le sorprendía ver cómo un jovencito del que no se sabía nada parece manejar los hilos, por ir trajeado, tener labia y un abundante álbum fotográfico?
Creo que no es un problema solamente de las personas que se dejaron engañar, encandilados por la apariencia de poder. Es un problema de la sociedad que hemos construido.
Las apariencias mandan demasiado, muy por encima del trasfondo. Se ha dado excesiva importancia al continente en detrimento del contenido.
Postureo emprendedor
Pero esto no es problema exclusivo del ámbito «social». En el mundo empresarial, con los emprendedores, el patrón sigue líneas similares. No importa tanto que seas bueno como que parezcas bueno.
El emprendedor se ha convertido en el gran seductor.
Debe seducir a los clientes, a los inversores, a las administraciones públicas, a los proveedores… y a toda la sociedad en general. Y las armas de seducción disponibles, como en la vida, son muchas y variadas. Dependiendo de la estrategia, podemos tratar de seducir mostrándonos tal y como somos, sin artificios, a «cara lavada» o con mil capas de maquillaje, perfume, ropa elegante, sexy… Podemos ser totalmente sinceros o «adornar» nuestra historia o incluso inventar totalmente una realidad idílica inexistente.
Hemos pasado del «no sólo hay que ser bueno sino parecerlo» al
«da igual que no seas bueno, siempre que lo parezcas»
Se enseña al emprendedor a venderse y saber vender su proyecto, usando (casi) todas las armas posibles. Se enseña a mostrarse, «dejarse ver», que todos conozcan su proyecto y quiénes están detrás. Se enseña a cultivar relaciones, hacer networking, buscar contactos… Y eso está muy bien. Pero se enseña menos a ser honestos, íntegros con los demás y, sobre todo, con sigo mismos.
En muchos casos hemos pasado del «no sólo hay que ser bueno sino parecerlo» al «da igual que no seas bueno, siempre que lo parezcas«. A valorar mucho más la apariencia que lo realmente importante.
Nuestra principal carta de presentación somos nosotros mismos,
nuestra valía, trabajo, experiencia, conocimientos, éxitos y fracasos.
Cuando tú eres tu carta de presentación
Afortunadamente, ni todo es tan drástico, ni siempre sucede así. Hay mucha gente, emprendedores o no, que consideran (consideramos) que nuestra principal carta de presentación somos nosotros mismos. Nuestra valía nos acompaña, con nuestro trabajo, experiencia, conocimientos, éxitos y fracasos.
Y ¿adornamos esta carta de presentación?, ¡claro que sí! ¿O es que no te «pones guapo» para una cita?. Pero manteniendo nuestra esencia y siendo íntegros. Somos lo que somos y lo que día a día vamos construyendo y eso debemos mostrar, pero sobre una base real, no con invenciones deslumbrantes que, al final, siempre acaban mal.
Algún día no habrá que recurrir al postureo para que
‘aparecer con otros’ sea lo que valide nuestros méritos
Confío en que esta práctica de aparentar para parecer ser lo que no eres vaya a menos. Que cada vez más nos presentemos a cara descubierta, con nuestros méritos y valores, sin tener que recurrir al postureo para que ‘aparecer con otros’ sea lo que valide nuestros méritos. La imagen que mostramos es importante, pero sin engaños.
Me viene a la cabeza la frase: “Fernando Esteso me chupó un pezón”, que siempre argumenta como su gran mérito profesional, la hilarante Estela Reynolds, personaje interpretado por Antonia San Juan, en la serie La que se avecina. Pues, no sé, pero entre ‘el pezón de Esteso’ y las fotos del ‘pequeño Nicolás’ cada vez veo menos diferencias.
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Saludos
Sergio
Totalmente de acuerdo con tu reflexión, no lo podría haber expresado mejor ;)
Cuando tengas tiempo pásate por http://www.sinergiainsular.com y échale un vistazo al blog y si te apetece colaborar con un post avísame.
Un cordial saludo desde Lanzarote
Hola Ismael.
Muchas gracias por tu comentario y por tu invitación. Me parece muy interesante tu blog y estaré encantado de colaborar.
Saludos,
Sergio